jueves, 13 de septiembre de 2007

Masticar con violencia

Su cabello se encendió como si una ráfaga de viento lo hubiese avivado de pronto...

La noche se siente extraña, como medieval o posmoderna (no sé), mientras que la tarde va cambiando en colores fríos y aroma a café.
El viento que se cuela entre las calles de edificios altos, con un silbido tan particular de las tardes lluviosas...

Lluvia, llovizna... y ese caminar con mis -un poco- sucias zapatillas rojas por la calle adoquinada... Mi música comienza a calmarse, para luego, tras ese violín impetuoso renacer con casi agresividad contenida...

Y la tormenta... Un espectáculo audiovisual de furia en movimiento, en dorados y azules.

Un chicle de menta y un suspirar impaciente... Un cigarrillo que encendiste ni bien saliste de casa, mientras cruzabas la calle, apurado.

Un balcón desolado (hay alguien arriba), la estación de tren solitaria, como en penumbras...

Humedad, nervios.

La imbecilidad ajena: verguënza que se hace propia.
Y ese alguien que veía videos extraños en la televisión...

Un escenario un tanto vacío y extraño, el verdeagua de la pared invadido por civilizaciones húmedas que avanzaban lentas por las esquinas. Mientras tanto volaban las miradas como cuchillas que se cruzaban en el aire... y varias se clavaban en mí (casi todas).

Me voy.

Gracias (por nada). Nos vemos (nunca, seguramente, ojalá...)
Y nada más...

Una habitación abandonada en el Once.
El cielo al descubierto, casi como observándolo todo... Un piso frío, como una vieja alfombra de esmirna, polvorienta, pisoteada.

Una ventana al horizonte interminable, o a un jardín babilónico, con aire incierto... Madrugadas españolas en silencio.

Los ojos entrecerrados, la brisa fresca y un desenfreno cuidadoso que se pierde en la oscuridad de techos altos.

Y de un tirón, vuelvo (como si mi cuerpo fuese devuelto) rápido a la aburrida quietud citadina de pegajosa incomodidad...

Es agradable la humedad a veces, al menos la recuerdo así, al menos lo era esa humedad...

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