lunes, 14 de abril de 2008

Planetario

Una noche de papel acartonado pintado con acuarela azul.
La música suena alegre y al volumen adecuado. La piel es fluorescente, brilla en la oscuridad...

Ananá recién mezclado con ron dorado bañando la cascada de hielo en mi vaso... Huele a estrellas...
Luces de colores giran por encima de las cabezas de todos...

Algunas casas lucen mas vivas que otras... Hubiese sabido que era sábado a la noche aunque acabase de llegar de otro planeta.

Sábado, día en que los habitantes de la ciudad corrían desesperados a los clubes nocturnos para interrelacionarse con cualquier otro par que estuviese a su alrededor, igual o más necesitado de vida social. Para mí: sólo un divertimento extra, la observación.

Y allí, en el patio de un segundo piso, en una de las zonas mas atractivas y modernas de la ciudad, el clima se sentía un tanto frío y seco pero bastante agradabe si se encuentra uno en compañía de un ligero abrigo.

Algunas chicas con capucha comen chupetines rosas de chicle tutti-frutti.
En el aire un perfume dulce a tarde de sol en primavera.

En las esquinas se escuchan risas que se encienden como luces de estrellita de bengala, casi en silencio pero con luz que ilumina y contagia esa sensación de alegría quieta.

Por momentos, uno flota imperceptiblemente a escasos centímetros del suelo.
De repente, sin darte cuenta te encontrás a dos o tres baldosas de distancia de donde creías estar.

Las voces se distorsionan alegres en la atmósfera , volviendo en fracciones de segundo a nuestros oídos para derretirse lento... La extraña sensación del cosquilleo de un destiempo rítmico escalofriante y divertido.

Palmeras agitándose, como si sus hojas cabalgaran audaces sobre el viento, sobre fondos de blancos brillantes iluminados por faroles amarillos.

Las escaleras blancas también, estilo Casapueblo adornadas por sutiles plantas colgantes. ¿Por qué cuesta tanto mantenerse involucrado seriamente a las escaleras que bajan (o suben) y no se sabe dónde empiezan y dónde terminan?

Unas guitarras acústicas estiran sus cuerdas conectándome situacionalmente.

Lo cosmopolita: Cigarrillos mentolados y la tercera copa de champagne en la misma mano.

Patios de paredes coloridas en el medio del solar que se convertían en el anfiteatro de los fines de semana.

Una sorda explosión de estrellas, me hizo viajar en un glow dorado de eternidad suspendida... Otra explosión... Como el flash de una antigua cámara fotográfica, descartable.

Torbellinos de luciérnagas que se bambolean y terminan por salpicar el cielo...

Contemplar la maravillosa noche recostado sobre el pasto verde, donde no importa la correlación temporal ni existen consecuencias.

Voy a escalar el techo de este planetario personal... Dejá que el disco siga girando por sí solo si así lo quiere...

martes, 8 de abril de 2008

Suelto en una casa de verano

Aquella tarde de luces apagadas y sol cálido a través de una cortina de esterilla se convierte en una tarde nublada donde el sol sale en forma de arco iris tras un piano que flota por el cielo. La felicidad entraba en verdes brillantes por mi ventana y pintaba mi casa, y en mí, una sonrisa...

Ella volvió, y su silueta brillaba sobre el fondo fuccia de plush.

Yo subía vertiginoso las escaleras doradas hacia su abrazo...

El vuelo suave...

Su olor, siempre fresco, como de verano. El rostro cálido, suave me cosquilea la piel.

Y la vereda. Con aquellos baldosones tipo vainilla, colorados. Los cordones parecían blancos, tan impecables... ¿No había pasado el tiempo acaso por aquellas calles...?

Y la calle de adoquines.

Su cabello negro, ensortijado y feliz, libre al viento...

Y la tarde tranformándose en noche estrellada se vuelve negro azulado.

Una boina de colores alegres, mediterráneos, le abriga el pelo... La inocencia disfrazada de adulta.

Las estrellas bordan el cielo y la musica frita jocosa por el fondo...

Me atrapó entre sus brazos como ramas verdes y todos los pájaros volaron sobre mi cabeza.

Un amor vintage, recreado a la antigua, muy adolescente... Tardes divertidas en peloteros para chicos.

Vos... que amas los jeans rotos como yo, que sabes tanto de la vida como de inglés -igual que yo-.

Suaves tormentas desteñidas. La camisa afuera, delirantes, bohemios, los colores perfectos.

Y de repente me hallé siguiendo con la vista el sentido de las agujas del reloj a una velocidad de montaña rusa en picada.

El alma fresca... Es el aire en mi interior, su voz en mi garganta, esa esencia en mi aliento.

Y ahora estoy riendo, suelto en una casa de verano.