martes, 8 de abril de 2008

Suelto en una casa de verano

Aquella tarde de luces apagadas y sol cálido a través de una cortina de esterilla se convierte en una tarde nublada donde el sol sale en forma de arco iris tras un piano que flota por el cielo. La felicidad entraba en verdes brillantes por mi ventana y pintaba mi casa, y en mí, una sonrisa...

Ella volvió, y su silueta brillaba sobre el fondo fuccia de plush.

Yo subía vertiginoso las escaleras doradas hacia su abrazo...

El vuelo suave...

Su olor, siempre fresco, como de verano. El rostro cálido, suave me cosquilea la piel.

Y la vereda. Con aquellos baldosones tipo vainilla, colorados. Los cordones parecían blancos, tan impecables... ¿No había pasado el tiempo acaso por aquellas calles...?

Y la calle de adoquines.

Su cabello negro, ensortijado y feliz, libre al viento...

Y la tarde tranformándose en noche estrellada se vuelve negro azulado.

Una boina de colores alegres, mediterráneos, le abriga el pelo... La inocencia disfrazada de adulta.

Las estrellas bordan el cielo y la musica frita jocosa por el fondo...

Me atrapó entre sus brazos como ramas verdes y todos los pájaros volaron sobre mi cabeza.

Un amor vintage, recreado a la antigua, muy adolescente... Tardes divertidas en peloteros para chicos.

Vos... que amas los jeans rotos como yo, que sabes tanto de la vida como de inglés -igual que yo-.

Suaves tormentas desteñidas. La camisa afuera, delirantes, bohemios, los colores perfectos.

Y de repente me hallé siguiendo con la vista el sentido de las agujas del reloj a una velocidad de montaña rusa en picada.

El alma fresca... Es el aire en mi interior, su voz en mi garganta, esa esencia en mi aliento.

Y ahora estoy riendo, suelto en una casa de verano.

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