Ahora estoy bailando otra vez en el pavimento, bajo la noche estrellada.
Un trago para alegrarme. Levanto la vista hacia adelante, no veo más que siluetas sepia moverse a tempo con la música.
Allí hubieron aterrizajes internacionales, algunos de Norteamérica, otros de Holanda, como los hubo también de Brasil cuando la plata era "dulce".
Un samba de olores y plantas medicinales que no encuentran donde quedarse. Necesitan fluir con la música. A veces la humedad hace que los peinados se electricen, entonces la música no puede fluir como debiera y la plantas no crecen entre la gente.
Como si el secreto para cambiar los estados de ánimo fuese cambiar la música.
Como si la música nos llevara de un lugar a otro empezando por llevarse nuestra mente.
De una noche encerrado en un jardín de invierno con luz artificial y humedad contenida, puedo llegar a una playa anaranjada al atardecer con una brisa suave que acaricia el piano dulce y mece unos cálidos tambores, o a un frio y abandonado castillo ahora habitado por vampiros que bailan misteriosos a la luz de las velas.
En el eco hay un mensaje oculto, o al menos la invitación a descubrirlo en su profundidad oculta. (El eco se va, pero si prestamos atención regresa como esperando que lo sigamos)
A través de los "sueños" se pueden resolver los dilemas existenciales, se necesita inspiración para atravesar la conciencia. La visión se vuelve borrosa. El itinerario y el destino no pueden ser planificados. Los pasos no deben ser cautelosos ni atinados. Lo que se necesita es actuar espontáneamente y ahí es cuando comienza a revelarse lo paradójico.
Es interesante teorizar acerca de estos asuntos, intentando sobrellevar la constante
distracción, apelando al uso a veces forzado de la memoria y filtrando la información para aprovecharla al máximo.
La diosa baila lenta y sensual rozandonos la piel... como para desviar nuestra atención. Si la seguimos en su danza perderemos nuestra búsqueda.
La sombra del árbol nos permite habitar del sueño de niño y explorar con otra perspectiva los salones del alma.
Mientras suena la música la vida se aclara y resuena la clave que no es la solución sino el comienzo del viaje. Nos marca el rumbo hacia la isla donde se esconde el secreto.
Todo se confunde con el baile de la diosa, que mueve sus hombros de arcilla, iluminada por la luz del fuego.
Ya sabemos donde hay que ir, ya hemos confirmado lo que creíamos mítico.
Ahora por más que todo tarde tanto en llegar, debemos proyectar con criterio ancestral el futuro de revelación que nos aguarda en aquel (a veces lejano) templo.
jueves, 27 de septiembre de 2007
viernes, 21 de septiembre de 2007
La música de tu vida
¿Quién no disfruta de la música cualquiere fuese su género favorito?
La música nos acompaña en todo momento.
Yo vivo escuchando música todo momento que tengo libre (o no).
Todo lo que hacemos en nuestra vida cotidiana lo hacemos con música.
Hay música para lavar los platos, música para bañarse, música para estudiar, música para hacer el amor, música para bailar, música para sentarse a escucharla, música para fumar, música para
sentarse frente a la Pc y chatear con amigos.
El Messenger (MSN), es el programa utilizado por el 90% de los usuarios de Internet en todo el mundo como forma de comunicación virtual. Este programa tiene una opción en su menú que dice "Mostrar lo que estoy escuchando", como parte del mensaje personal que verán los demás usuarios.
Las otras personas necesitan saber lo que usted está escuchando para conocer más de su personalidad, su estado de ánimo o intuir acerca de su pensamiento en ése momento.
¿La música condiciona nuestro pensamiento? ¿Lo define? ¿Configura nuestro estado de ánimo?
La música nos puede cambiar, nos puede curar, nos puede alegrar, entristecer, emocionar, divertir, transportar...
Dejémonos transportar por la música, emprendamos el vuelo, conozcamos nuevos mundos, vivamos aventuras. Disfrutemos de las emociones placenteras, que son saludables, mejoran el ritmo cardíaco, liberan endorfinas y por ahora son gratuitas.
La música nos acompaña en todo momento.
Yo vivo escuchando música todo momento que tengo libre (o no).
Todo lo que hacemos en nuestra vida cotidiana lo hacemos con música.
Hay música para lavar los platos, música para bañarse, música para estudiar, música para hacer el amor, música para bailar, música para sentarse a escucharla, música para fumar, música para
sentarse frente a la Pc y chatear con amigos.
El Messenger (MSN), es el programa utilizado por el 90% de los usuarios de Internet en todo el mundo como forma de comunicación virtual. Este programa tiene una opción en su menú que dice "Mostrar lo que estoy escuchando", como parte del mensaje personal que verán los demás usuarios.
Las otras personas necesitan saber lo que usted está escuchando para conocer más de su personalidad, su estado de ánimo o intuir acerca de su pensamiento en ése momento.
¿La música condiciona nuestro pensamiento? ¿Lo define? ¿Configura nuestro estado de ánimo?
La música nos puede cambiar, nos puede curar, nos puede alegrar, entristecer, emocionar, divertir, transportar...
Dejémonos transportar por la música, emprendamos el vuelo, conozcamos nuevos mundos, vivamos aventuras. Disfrutemos de las emociones placenteras, que son saludables, mejoran el ritmo cardíaco, liberan endorfinas y por ahora son gratuitas.
jueves, 20 de septiembre de 2007
Ondas marinas: Crónica de un viaje a Centroamérica
Un telón de estrellas de mar brillantes.
Ondas marinas como de enjuague bucal en una piscina blanca... Burbujas tibias y la noche negra.
Nadie veia mejor desde arriba que nosotros. Todo el pueblo desde los techos y terrazas.
Garganta de áspero cristal, tus ojos desde el balcón blanco y tu pelo apelmasado por la humedad calurosa...
Me adentro en el laberinto prohibido para que me sigas, miro hacia atrás y veo la última luz desde arriba, como a la izquierda, escondida tras unas ramas.
La oscuridad, el acecho, mio y de ellos.
Sorda la incertidumbre, ciego el deseo... Felino el instinto.
Mi espalda se siente desprotejida y también vulnerable. Como me gusta esa vulnerabilidad...
Ondas marinas que me tocan cuando el mar ya lo tengo por más arriba de la rodilla y ni me enteré.
O preferí hacer de cuenta que no me había enterado (y lo disfruté).
Te busco por detrás y luego miro hacia adelante mientras camino entre las olas que crecen.
No estás... Hay otras sirenas en el mar, pero ninguna escucha mi silente llamado.
Intento alcanzar las olas y tocarlas, pero el temor a no llegar a ellas me aquieta o me hace reaccionar tarde.
Atravieso un umbral de estrellas.
Estoy como en otro laberinto que continúa el anterior, pero es blanco y el agua se vuelve de nuevo como enjuague bucal.
Hay luces tenues como azuladas y unas pocas blancas.
Comienzo a sumergirme en el agua aturquesada, muy translúcida, muy tibia...
Voy nadando y ahora con más fuerza hacia lo profundo del mar...
De pronto me hallo como despertando de un somnífero en una habitación oscura, pero muy iluminada. A veces parece blanca.
Otra piel, una piel suave como de niña, con gusto dulce como un pelón en verano. Los ojos tiernos; la boca pequeña, pero carnosa, de besos calientes y apasionados. Esa piel tan suave, templada y jugosa, dulce. Y tu pelo castaño oscuro...
Las olas, nuestras olas que chocan con fuerza y salpican hacia alrededor. Impetuosas se mezlan con el mar, de donde nacieron.
Me susurrás al oído el camino.
Lento emprendo la marcha, te sigo en silencio.
Ahora más rápido. Te sigo muy de cerca, casi compactos.
Lejos, canto de sirenas, las rocas marmoladas, blancas y casi secas.
Las olas salpican erosionando imperceptiblemente el acantilado.
La humedad cálida, placentera, como de verano...
El sol refulgió con toda su fuerza por unos segundos, iluminándolo todo, dejándonos ciegos.
La playa seca, caliente la arena, la noche negra.
Las olas bajas del mar en la arena que arrastran la arena alisándola.
Desde el atardecer hasta la noche. O desde la noche al atardecer del día siguiente.
La playa otra vez.
La noche.
Ondas marinas como de enjuague bucal en una piscina blanca... Burbujas tibias y la noche negra.
Nadie veia mejor desde arriba que nosotros. Todo el pueblo desde los techos y terrazas.
Garganta de áspero cristal, tus ojos desde el balcón blanco y tu pelo apelmasado por la humedad calurosa...
Me adentro en el laberinto prohibido para que me sigas, miro hacia atrás y veo la última luz desde arriba, como a la izquierda, escondida tras unas ramas.
La oscuridad, el acecho, mio y de ellos.
Sorda la incertidumbre, ciego el deseo... Felino el instinto.
Mi espalda se siente desprotejida y también vulnerable. Como me gusta esa vulnerabilidad...
Ondas marinas que me tocan cuando el mar ya lo tengo por más arriba de la rodilla y ni me enteré.
O preferí hacer de cuenta que no me había enterado (y lo disfruté).
Te busco por detrás y luego miro hacia adelante mientras camino entre las olas que crecen.
No estás... Hay otras sirenas en el mar, pero ninguna escucha mi silente llamado.
Intento alcanzar las olas y tocarlas, pero el temor a no llegar a ellas me aquieta o me hace reaccionar tarde.
Atravieso un umbral de estrellas.
Estoy como en otro laberinto que continúa el anterior, pero es blanco y el agua se vuelve de nuevo como enjuague bucal.
Hay luces tenues como azuladas y unas pocas blancas.
Comienzo a sumergirme en el agua aturquesada, muy translúcida, muy tibia...
Voy nadando y ahora con más fuerza hacia lo profundo del mar...
De pronto me hallo como despertando de un somnífero en una habitación oscura, pero muy iluminada. A veces parece blanca.
Otra piel, una piel suave como de niña, con gusto dulce como un pelón en verano. Los ojos tiernos; la boca pequeña, pero carnosa, de besos calientes y apasionados. Esa piel tan suave, templada y jugosa, dulce. Y tu pelo castaño oscuro...
Las olas, nuestras olas que chocan con fuerza y salpican hacia alrededor. Impetuosas se mezlan con el mar, de donde nacieron.
Me susurrás al oído el camino.
Lento emprendo la marcha, te sigo en silencio.
Ahora más rápido. Te sigo muy de cerca, casi compactos.
Lejos, canto de sirenas, las rocas marmoladas, blancas y casi secas.
Las olas salpican erosionando imperceptiblemente el acantilado.
La humedad cálida, placentera, como de verano...
El sol refulgió con toda su fuerza por unos segundos, iluminándolo todo, dejándonos ciegos.
La playa seca, caliente la arena, la noche negra.
Las olas bajas del mar en la arena que arrastran la arena alisándola.
Desde el atardecer hasta la noche. O desde la noche al atardecer del día siguiente.
La playa otra vez.
La noche.
martes, 18 de septiembre de 2007
Aguas de março (en septiembre)
Veo palmeras secas amarronadas muy cerca del mar... frio, grisáceo, de metal.
Tu cabellera larga (para ese entonces) se mueve lenta y se dibuja entre el viento y la verde sal... Nubes de plomo flotando sobre horizonte, alejadas del oculto zenit.
El compás de las hojas al son del viento y de fondo el mar pianísimo.
Lovizna de plata cae recta como suaves alfileres de caramelo clavándose en la arena... Algunos girones de sol entre las nubes como entre blanco y aguamarina...
La paz más alegre en el alma, la vida casi concluída, los objetivos que parecían imposibles, ya cumplidos.
Una sutíl cosquilla en tu interior... la soledad.
Todo se detiene por unos segundos, se apaga la música, bajan las luces de tu alrededor y hasta te falta un poco el aire. Un silencio que parece eterno, de luces lejanas al bajar la vista y...
Como un sacudón, a lo lejos, una tormenta con ritmo de bossa te invita a bailar y a darte una oportunidad más, como cuando se vuelven a encender cada tarde los viejos faroles del paraje de la playa.Tu pantalón claro de a poco se va tiñiendo con la arena metálica, que esta tibia todavía porque conserva el calor del poco sol de última hora. Una copa vacía en la mano derecha, que llevas de compañía y como esperando a que alguien te sirva el pasaje para la felicidad completa.
Miradas que te divierten, miradas que se rien, miradas que te hacen reir... y otras que te dejan mudo...Otra vez esa sensación...¿A quién te hace acordar? ¿Acaso se conocen de algún lado? y te sonreiste a escondidas pero con preocupación... ¿Quién es?
No podés resistirte y tratás de volver a encontrar esa cara entre la gente... Un joven se acerca por la derecha y te sirve un poco de burbujas que mirás sin entender, como si te hiciera perder el tiempo...
Levantás la vista otra vez y mirás por arriba para luego empezar a mezclarte en el gentío.
Te desesperás buscando esa cara, hasta que la ves a cuatro pasos a tu izquierda como de sorpresa y no podés creerlo... Mil sensaciones que te estremecen desde la espalda cuando te das cuenta de que la lluvia te mojó completamente hasta los pies...
Sos feliz porque no te importa estar mojado, hasta incluso te gusta y te sentís más seguro...
Avanzás con ímpetu planeando la estrategia, pero nada se te ocurre más que ser espontáneo y decir lo que se te ocurra... Bebés lo poco que no derramaste de la copa, te dá una sensacion entre ácida y dulce en la boca.
Te acercás con actitud a ese cuerpo y le clavás la mirada en los ojos para bajar rápido a la boca...
Volvés a mirar.
(Sí. Es.)
Sacás tu mejor arma: Sonreís.
Se sonríe con timidez y baja la vista como si le gustaras, pero no te reconoce.
Mirás tu copa vacía. Unas gotas de lluvia nada más.
Pareciera que pasaron diez minutos, pero estás ahí bajo las luces húmedas y la brisa que comienza a sentirse húmeda en tu cuello...
No te reconoce. No va a reconocerte a menos que le digas quién sos, o qué fuiste en su vida... Y de un suspiro le recuerdes lo que significa ser feliz.
¿No te recuerda? ¿No te reconoce, tal vez?
¿Te confunde?
¿O te olvidó...?
Tu cabellera larga (para ese entonces) se mueve lenta y se dibuja entre el viento y la verde sal... Nubes de plomo flotando sobre horizonte, alejadas del oculto zenit.
El compás de las hojas al son del viento y de fondo el mar pianísimo.
Lovizna de plata cae recta como suaves alfileres de caramelo clavándose en la arena... Algunos girones de sol entre las nubes como entre blanco y aguamarina...
La paz más alegre en el alma, la vida casi concluída, los objetivos que parecían imposibles, ya cumplidos.
Una sutíl cosquilla en tu interior... la soledad.
Todo se detiene por unos segundos, se apaga la música, bajan las luces de tu alrededor y hasta te falta un poco el aire. Un silencio que parece eterno, de luces lejanas al bajar la vista y...
Como un sacudón, a lo lejos, una tormenta con ritmo de bossa te invita a bailar y a darte una oportunidad más, como cuando se vuelven a encender cada tarde los viejos faroles del paraje de la playa.Tu pantalón claro de a poco se va tiñiendo con la arena metálica, que esta tibia todavía porque conserva el calor del poco sol de última hora. Una copa vacía en la mano derecha, que llevas de compañía y como esperando a que alguien te sirva el pasaje para la felicidad completa.
Miradas que te divierten, miradas que se rien, miradas que te hacen reir... y otras que te dejan mudo...Otra vez esa sensación...¿A quién te hace acordar? ¿Acaso se conocen de algún lado? y te sonreiste a escondidas pero con preocupación... ¿Quién es?
No podés resistirte y tratás de volver a encontrar esa cara entre la gente... Un joven se acerca por la derecha y te sirve un poco de burbujas que mirás sin entender, como si te hiciera perder el tiempo...
Levantás la vista otra vez y mirás por arriba para luego empezar a mezclarte en el gentío.
Te desesperás buscando esa cara, hasta que la ves a cuatro pasos a tu izquierda como de sorpresa y no podés creerlo... Mil sensaciones que te estremecen desde la espalda cuando te das cuenta de que la lluvia te mojó completamente hasta los pies...
Sos feliz porque no te importa estar mojado, hasta incluso te gusta y te sentís más seguro...
Avanzás con ímpetu planeando la estrategia, pero nada se te ocurre más que ser espontáneo y decir lo que se te ocurra... Bebés lo poco que no derramaste de la copa, te dá una sensacion entre ácida y dulce en la boca.
Te acercás con actitud a ese cuerpo y le clavás la mirada en los ojos para bajar rápido a la boca...
Volvés a mirar.
(Sí. Es.)
Sacás tu mejor arma: Sonreís.
Se sonríe con timidez y baja la vista como si le gustaras, pero no te reconoce.
Mirás tu copa vacía. Unas gotas de lluvia nada más.
Pareciera que pasaron diez minutos, pero estás ahí bajo las luces húmedas y la brisa que comienza a sentirse húmeda en tu cuello...
No te reconoce. No va a reconocerte a menos que le digas quién sos, o qué fuiste en su vida... Y de un suspiro le recuerdes lo que significa ser feliz.
¿No te recuerda? ¿No te reconoce, tal vez?
¿Te confunde?
¿O te olvidó...?
jueves, 13 de septiembre de 2007
Masticar con violencia
Su cabello se encendió como si una ráfaga de viento lo hubiese avivado de pronto...
La noche se siente extraña, como medieval o posmoderna (no sé), mientras que la tarde va cambiando en colores fríos y aroma a café.
El viento que se cuela entre las calles de edificios altos, con un silbido tan particular de las tardes lluviosas...
Lluvia, llovizna... y ese caminar con mis -un poco- sucias zapatillas rojas por la calle adoquinada... Mi música comienza a calmarse, para luego, tras ese violín impetuoso renacer con casi agresividad contenida...
Y la tormenta... Un espectáculo audiovisual de furia en movimiento, en dorados y azules.
Un chicle de menta y un suspirar impaciente... Un cigarrillo que encendiste ni bien saliste de casa, mientras cruzabas la calle, apurado.
Un balcón desolado (hay alguien arriba), la estación de tren solitaria, como en penumbras...
Humedad, nervios.
La imbecilidad ajena: verguënza que se hace propia.
Y ese alguien que veía videos extraños en la televisión...
Un escenario un tanto vacío y extraño, el verdeagua de la pared invadido por civilizaciones húmedas que avanzaban lentas por las esquinas. Mientras tanto volaban las miradas como cuchillas que se cruzaban en el aire... y varias se clavaban en mí (casi todas).
Me voy.
Gracias (por nada). Nos vemos (nunca, seguramente, ojalá...)
Y nada más...
Una habitación abandonada en el Once.
El cielo al descubierto, casi como observándolo todo... Un piso frío, como una vieja alfombra de esmirna, polvorienta, pisoteada.
Una ventana al horizonte interminable, o a un jardín babilónico, con aire incierto... Madrugadas españolas en silencio.
Los ojos entrecerrados, la brisa fresca y un desenfreno cuidadoso que se pierde en la oscuridad de techos altos.
Y de un tirón, vuelvo (como si mi cuerpo fuese devuelto) rápido a la aburrida quietud citadina de pegajosa incomodidad...
Es agradable la humedad a veces, al menos la recuerdo así, al menos lo era esa humedad...
La noche se siente extraña, como medieval o posmoderna (no sé), mientras que la tarde va cambiando en colores fríos y aroma a café.
El viento que se cuela entre las calles de edificios altos, con un silbido tan particular de las tardes lluviosas...
Lluvia, llovizna... y ese caminar con mis -un poco- sucias zapatillas rojas por la calle adoquinada... Mi música comienza a calmarse, para luego, tras ese violín impetuoso renacer con casi agresividad contenida...
Y la tormenta... Un espectáculo audiovisual de furia en movimiento, en dorados y azules.
Un chicle de menta y un suspirar impaciente... Un cigarrillo que encendiste ni bien saliste de casa, mientras cruzabas la calle, apurado.
Un balcón desolado (hay alguien arriba), la estación de tren solitaria, como en penumbras...
Humedad, nervios.
La imbecilidad ajena: verguënza que se hace propia.
Y ese alguien que veía videos extraños en la televisión...
Un escenario un tanto vacío y extraño, el verdeagua de la pared invadido por civilizaciones húmedas que avanzaban lentas por las esquinas. Mientras tanto volaban las miradas como cuchillas que se cruzaban en el aire... y varias se clavaban en mí (casi todas).
Me voy.
Gracias (por nada). Nos vemos (nunca, seguramente, ojalá...)
Y nada más...
Una habitación abandonada en el Once.
El cielo al descubierto, casi como observándolo todo... Un piso frío, como una vieja alfombra de esmirna, polvorienta, pisoteada.
Una ventana al horizonte interminable, o a un jardín babilónico, con aire incierto... Madrugadas españolas en silencio.
Los ojos entrecerrados, la brisa fresca y un desenfreno cuidadoso que se pierde en la oscuridad de techos altos.
Y de un tirón, vuelvo (como si mi cuerpo fuese devuelto) rápido a la aburrida quietud citadina de pegajosa incomodidad...
Es agradable la humedad a veces, al menos la recuerdo así, al menos lo era esa humedad...
lunes, 10 de septiembre de 2007
Saturday Night Fever (Lunes, 7PM)
Las luces del espejo giran cada vez mas rapido.... Su propio refelejo lo despierta... Se incorpora, y el flash lo enceguece en forma instantánea...Está listo para el show del sábado a la noche... sus botas, sus pantalones (Cómodos según él... los usaba todo el tiempo -literalmente- ), su cabello suelto...Hasta que nunca iba a imaginarse que un abrazo interminable lo ataría a la tierra y lo conectaría con el más profundo del centro de la Tierra... El deseo de arder y la explosión anaranjada, o rojo tomate en los desnudos oídos, que latiguea, enloquece, y excita...Una manifestación de lo cool y lo salvaje proyectado en una aguda semicorchea por compás.Terciopelo bordó dentro de la copa, casi incandescennte, que desaparece como con una Polaroid con su cáliz y todo... Violeta y naranja, tatuado en sus piernas, largas llanuras amesetadas a veces...Rojo sobre la piel (si, también sobre la piel), un aire templado y húmedo, la necesidad de temblar, la cuenta regresiva, el motor agitándose, la nube de fuego... El despegue, el vuelo... Límpido, casi perfecto...
Los primigenios segundos de tiempo... La vida y la muerte... Un vals en el espacio universal, donde el éter...
Estrellas miles, casi celestes, casi blanquecinas, como acristaladas... Frías y calientes, fágiles no, sino muy fuertes.
Atardecer de un sábado de lluvia en primavera... los tintes celestes verdosos intentan apagar los naranjas que se esconden en ascuas tras la fina cortina grisácea... Un dorado resplandor sobre los edificios, el naranja gana de a poco la batalla en el cielo... una lluvia de amapolas en color fucsia inunda la escena muy pausada y levemente...La felicidad desborda de los balcones y hay una fiesta en el barrio...
Los jóvenes bailan bajo la lluvia en las calles... la noche de a poco va cayendo... las mujeres apoyadas en las ventanas fuman lento un cigarrillo que parece nunca terminar, mientras esperan a ser sorprendidas por la espalda y la música que se escucha desde otras ventanas...
Las fotos avenjentadas como en sepia, sobre la mesa del comedor diario la noche del domingo, mientras ella preparaba spaghetti con salsa de tomate, de esa que deja la mancha anaranjada como estela cuando pasa por el plato... un cielo azul de luces minúsculas en la infinidad de la ciudad...
La vieja pizzeria, en la otra esquina dando la vuelta por la avenida...
Sábados... Siempre.
Los primigenios segundos de tiempo... La vida y la muerte... Un vals en el espacio universal, donde el éter...
Estrellas miles, casi celestes, casi blanquecinas, como acristaladas... Frías y calientes, fágiles no, sino muy fuertes.
Atardecer de un sábado de lluvia en primavera... los tintes celestes verdosos intentan apagar los naranjas que se esconden en ascuas tras la fina cortina grisácea... Un dorado resplandor sobre los edificios, el naranja gana de a poco la batalla en el cielo... una lluvia de amapolas en color fucsia inunda la escena muy pausada y levemente...La felicidad desborda de los balcones y hay una fiesta en el barrio...
Los jóvenes bailan bajo la lluvia en las calles... la noche de a poco va cayendo... las mujeres apoyadas en las ventanas fuman lento un cigarrillo que parece nunca terminar, mientras esperan a ser sorprendidas por la espalda y la música que se escucha desde otras ventanas...
Las fotos avenjentadas como en sepia, sobre la mesa del comedor diario la noche del domingo, mientras ella preparaba spaghetti con salsa de tomate, de esa que deja la mancha anaranjada como estela cuando pasa por el plato... un cielo azul de luces minúsculas en la infinidad de la ciudad...
La vieja pizzeria, en la otra esquina dando la vuelta por la avenida...
Sábados... Siempre.
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