lunes, 23 de marzo de 2009

Montaña Rusa

Un arranque sorpresivo que nos sacude. El carro se mueve lento hacia adelante y de a poco, en subida...
Sentados en el primer lugar. Vamos juntos, tomados de la mano como a escondidas, parecemos dos chicos... La pendiente frente a nuestros ojos, y la velocidad in crescendo nos transporta audaz hacia la cúspide. La expectativa, lo inesperado. Detenerse en un segundo, para luego caer al vacío infinito sambulléndonos en un arcoiris que salpica colores vivos... La frescura inunda el aire y nos moja la cara.

Subidas y bajadas como ráfagas que nos dibujan una sonrisa y nos hacen entrecerrar la mirada mientras transitamos la curva inclinada a la izquierda, donde te abrazo fuerte para quitarme el miedo.
El recorrido es inagotable y a la vez tan velóz, que cada fotograma se desvanece instantáneamente fundiéndose con el siguiente.
El tiempo juega una carrera contra el viento, ambos persiguen la estela de nuestro tren azul brillante.
Y tu alegría es mi emoción. La adrenalina me estremece y tu mano me invita a dar la vuelta de trescientos sesenta grados que ambos estábamos esperando desde que hicimos la fila...

La increíble aventura jamás pensada nos transportó a lo más alto de este juego.
Y el parque asomando desde abajo... El viaje nos hace bailar con las manos cerca de las estrellas...
Sí que es volar, y nada es más maravilloso que nuestro vuelo por el cielo... La sensación del tiempo detenido para encontrarte ahí, con tus ojos sobre los míos.

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