Me gusta cuando la noche húmeda de abril se pone entre gris y azul.
Disfrutar del silencio de la madrugada. El solo tic tac del reloj y algún que otro grillo trasnochado.
El aire flota espeso y las luces amarillentas sobre el asfalto húmedo de la calle me invitan a salir.
Amenazan las nubes, y van a estallar de humedad, pero ahora no.
Quisiera yo saber a qué se debe este viaje que sorpresivamente me encuentra en la vereda muda de la cuadra.
Me dirijo hacia la esquina, y esa sensación recorre mi cuerpo otra vez.
Impensablemente, un colectivo y yo llegamos a la parada al mismo tiempo.
Extendí mi brazo y el gigante se detuvo abriendo la puerta para mi ascenso.
Casi vacío.
El chofer saluda con aliento a menta fresca.
Devolviéndole el gesto busco monedas en mi bolsillo y saco mi boleto mientras busco mi asiento en la fila de a dos, del lado de la ventana.
Hay dos pasajeros más.
Las calles parecen pintadas en pinceladas rápidas y pasan por delante veloces como ráfagas.
Estoy llegando a un lugar que siempre es desconocido, aunque estoy más que seguro de haber estado, mas de una vez allí.
miércoles, 8 de abril de 2009
lunes, 23 de marzo de 2009
Montaña Rusa
Un arranque sorpresivo que nos sacude. El carro se mueve lento hacia adelante y de a poco, en subida...
Sentados en el primer lugar. Vamos juntos, tomados de la mano como a escondidas, parecemos dos chicos... La pendiente frente a nuestros ojos, y la velocidad in crescendo nos transporta audaz hacia la cúspide. La expectativa, lo inesperado. Detenerse en un segundo, para luego caer al vacío infinito sambulléndonos en un arcoiris que salpica colores vivos... La frescura inunda el aire y nos moja la cara.
Subidas y bajadas como ráfagas que nos dibujan una sonrisa y nos hacen entrecerrar la mirada mientras transitamos la curva inclinada a la izquierda, donde te abrazo fuerte para quitarme el miedo.
El recorrido es inagotable y a la vez tan velóz, que cada fotograma se desvanece instantáneamente fundiéndose con el siguiente.
El tiempo juega una carrera contra el viento, ambos persiguen la estela de nuestro tren azul brillante.
Y tu alegría es mi emoción. La adrenalina me estremece y tu mano me invita a dar la vuelta de trescientos sesenta grados que ambos estábamos esperando desde que hicimos la fila...
La increíble aventura jamás pensada nos transportó a lo más alto de este juego.
Y el parque asomando desde abajo... El viaje nos hace bailar con las manos cerca de las estrellas...
Sí que es volar, y nada es más maravilloso que nuestro vuelo por el cielo... La sensación del tiempo detenido para encontrarte ahí, con tus ojos sobre los míos.
Sentados en el primer lugar. Vamos juntos, tomados de la mano como a escondidas, parecemos dos chicos... La pendiente frente a nuestros ojos, y la velocidad in crescendo nos transporta audaz hacia la cúspide. La expectativa, lo inesperado. Detenerse en un segundo, para luego caer al vacío infinito sambulléndonos en un arcoiris que salpica colores vivos... La frescura inunda el aire y nos moja la cara.
Subidas y bajadas como ráfagas que nos dibujan una sonrisa y nos hacen entrecerrar la mirada mientras transitamos la curva inclinada a la izquierda, donde te abrazo fuerte para quitarme el miedo.
El recorrido es inagotable y a la vez tan velóz, que cada fotograma se desvanece instantáneamente fundiéndose con el siguiente.
El tiempo juega una carrera contra el viento, ambos persiguen la estela de nuestro tren azul brillante.
Y tu alegría es mi emoción. La adrenalina me estremece y tu mano me invita a dar la vuelta de trescientos sesenta grados que ambos estábamos esperando desde que hicimos la fila...
La increíble aventura jamás pensada nos transportó a lo más alto de este juego.
Y el parque asomando desde abajo... El viaje nos hace bailar con las manos cerca de las estrellas...
Sí que es volar, y nada es más maravilloso que nuestro vuelo por el cielo... La sensación del tiempo detenido para encontrarte ahí, con tus ojos sobre los míos.
viernes, 20 de febrero de 2009
El paisaje más soñado
El fuego nos envuelve en llamas azules y turquesas, cuyo candor nos enciende precipitadamente...
Y de sólo pensarlo, mi cabeza enloquece, se estremece mi cuerpo, comienzo a bailar solo en la oscuridad, lento, seductor... A media luz respiro profundo un aire despreocupado en el que elijo viajar sobre una alfombra suave, hecha a mi medida.
El vuelo siempre es de fuego, puedo flotar en el aire... Siento el calor en mi sangre fluir dentro y fuera de mi piel.
Me elevo impetuoso hacia el cielo... Planeando miro, contemplando el paisaje, ese paisaje tan soñado... Cuando al detenerme con la mirada, de repente, la cima...
Como en un vuelo de halcón diviso la cumbre mas alta y vuelo para pararme allí. La noche, las estrellas, bailo en la última peña sintiendo el viento cálido de verano en mi cuerpo... El cielo entero cae sobre mi y puedo sentir la noche acariciarme con sus alas. Porque ambos somos alados.
Yo ardo con lujuria en este viaje que me consume como la pólvora de los fuegos artificiales... Hasta llegar al fin, que es pasar por el centro solar y en un milisegundo la feroz vuelta instantánea a la vista panorámica inicial... Desde esta alfombra mágica, hermosa, mía...
Puedo tocar el cielo, y es ahí cuando las estrellas comienzan a llover parpadeantes, y la noche me baña de luz, sin luna.
El aire con su perfume dibuja un bosque de pinos bañados en rocío fresco de lluvia.
La brisa dulce, una caricia sonora.
El paisaje descansa calmo en colores y vuelan pájaros en ascuas del amanecer.
No hay tiempo, no hay palabras.
Cerramos los ojos.
Solos... Sólo el paisaje y yo.
Y de sólo pensarlo, mi cabeza enloquece, se estremece mi cuerpo, comienzo a bailar solo en la oscuridad, lento, seductor... A media luz respiro profundo un aire despreocupado en el que elijo viajar sobre una alfombra suave, hecha a mi medida.
El vuelo siempre es de fuego, puedo flotar en el aire... Siento el calor en mi sangre fluir dentro y fuera de mi piel.
Me elevo impetuoso hacia el cielo... Planeando miro, contemplando el paisaje, ese paisaje tan soñado... Cuando al detenerme con la mirada, de repente, la cima...
Como en un vuelo de halcón diviso la cumbre mas alta y vuelo para pararme allí. La noche, las estrellas, bailo en la última peña sintiendo el viento cálido de verano en mi cuerpo... El cielo entero cae sobre mi y puedo sentir la noche acariciarme con sus alas. Porque ambos somos alados.
Yo ardo con lujuria en este viaje que me consume como la pólvora de los fuegos artificiales... Hasta llegar al fin, que es pasar por el centro solar y en un milisegundo la feroz vuelta instantánea a la vista panorámica inicial... Desde esta alfombra mágica, hermosa, mía...
Puedo tocar el cielo, y es ahí cuando las estrellas comienzan a llover parpadeantes, y la noche me baña de luz, sin luna.
El aire con su perfume dibuja un bosque de pinos bañados en rocío fresco de lluvia.
La brisa dulce, una caricia sonora.
El paisaje descansa calmo en colores y vuelan pájaros en ascuas del amanecer.
No hay tiempo, no hay palabras.
Cerramos los ojos.
Solos... Sólo el paisaje y yo.
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